Durante mucho tiempo viví creyendo que todo lo importante se resolvía “pensando bien”. Creía que, si analizaba lo suficiente, tomaba decisiones con lógica y controlaba mis emociones, tendría el control de mi vida. Pero con los años, y con ayuda del coaching de vida, descubrí algo transformador: tenemos tres cerebros, no uno.

Sí, tres cerebros.

Puede ser que suene extraño al principio, pero ahora entiendo por qué tantas decisiones que tomé solo con la cabeza terminaron por alejarme de mí misma. Mi mente racional sabía lo que “debía hacer”, pero mi corazón y mi intestino estaban gritando otra cosa. Y yo no sabía escucharlos.

Fue en mi proceso de coaching cuando escuché por primera vez esta idea: que también pensamos con el corazón y con el intestino. No como metáfora, sino como una realidad fisiológica. Me explicaron, el corazón tiene su propio sistema neuronal, y que el intestino ¡sí, el intestino! Tiene más de 180 millones de neuronas. Es el sistema nervioso entérico, y produce el 90% de la serotonina del cuerpo, la hormona del bienestar.

Empecé a darme cuenta de inmediato. ¿Cuántas veces había sentido ese “nudo en el estómago” antes de una mala decisión? ¿O un “dolor en el pecho” ante una relación que no me hacía nada bien? Pero lo ignoré. Le restaba valor porque pensaba que solo la razón, mi mente, tenía autoridad. Me equivoqué.

Lo que descubrí con mi coach fue cómo conectar con esos otros cerebros. Aprendí que mi cuerpo si lo sabe. Que cuando estoy en coherencia, cuando lo que pienso, siento y lo hago, los alineo y luego sigue una especie de paz, de certeza, que no viene de la lógica solamente, sino de una sabiduría más profunda, la sabiduría integrada.

Uno de los ejercicios más poderosos que hice con mi coach fue parar, respirar, y preguntarle a cada cerebro su opinión. Parece simple, no lo es, lo hice y lo hago constantemente y los resultados han sido impresionantes. Ante una decisión importante me pregunto: “¿Qué pienso?”, “¿Qué siente mi corazón?” y, “¿Qué me dice mi estómago?” Las respuestas son a veces contradictorias, pero en ese espacio de escucha interna, me permito reconocer patrones, darles valor, y, sobre todo, a elegir con claridad y congruencia.

Además, trabajé en mis hábitos. Cambié mi alimentación, porque entendí que el intestino no solo digiere comida, sino también emociones. Cuando aprendí a comer mejor, empecé a pensar mejor, a descansar y a dormir mejor, a estar de mejor humor, todo eso se reflejaba en todo: en mis relaciones, en mi trabajo, en mi creatividad, y, lo más importante en mi congruencia de vida. 

El coaching me dio algo que no había encontrado antes: un espacio para conectar conmigo misma desde una mirada integral. Me enseñó a no pelear con mis emociones y a darle importancia a mis sensaciones físicas. Se convirtieron en verdaderas guías. A confiar en que mi cuerpo no está separado de mi mente, ni de mis emociones. Soy cuerpo, mente y emociones.

Hoy sé que mis tres cerebros están ahí, acompañándome. La cabeza (mente) me ayuda a razonar. El corazón (emociones), a empatizar y conectar. Y el intestino (cuerpo), a intuir y mantenerme en armonía y en equilibrio. Cuando trabajo diariamente en que los tres están alineados, mis decisiones fluyen con más certeza. Y cuando no, ya sé lo que tengo que hacer, necesito parar, escuchar y reconectar.

Tu cuerpo habla, hazle caso. Seguramente tú verdadero poder está justo ahí: en escuchar a tus tres cerebros: tu cabeza, tu corazón y tu estómago ya lo saben de antemano. 

Aprende a alinear tus tres cerebros, decídete YA a iniciar un proceso de coaching conmigo https://sandrareynoso.com/contacto/, entrenaremos esa escucha interior y profunda para recuperar tu equilibrio interno y tomar decisiones con mayor confianza y claridad que te permitirán ser tu mejor versión.